¿Los niños son el futuro de la humanidad?

Antes de entrar en detalles, desmitifico que los niños son el futuro de la humanidad. Realmente los protagonistas de ese futuro somos nosotros, los adultos, los que nos relacionamos con ellos.

Los niños se transforman en un tipo de ser humano de acuerdo a cómo conviven con sus padres, maestros, educadores o adultos de su entorno, ellos aprenden la trama emocional que se vive en sus familias, simplemente al vivirlas, cualquiera que éstas fueren.

Me apoyo en Humberto Maturana, biólogo y epistemólogo chileno, cuando dice:

Si estamos preocupados por la educación debemos estar preocupados por nosotros mismos, pues lo niños crecen y se desarrollan de acuerdo al entorno en que nacieron. El futuro somos nosotros. Para cambiar la educación, primero tenemos que cambiar nosotros.

La educación, entendiéndose ésta como un proceso de transformación en la convivencia, tiene que ver con llegar a ser seres humanos.

Entonces, si quiero ofrecerle a mis hijos un espacio de convivencia basado en el respeto a sí mismos, la aceptación y amor propio, lo primero que necesito construir es precisamente ese entorno.

¿Cómo lo hago?

Viviendo ese espacio de convivencia, desde el  respeto, la aceptación, el amor, la validación y el reconocimiento del otro con respeto al ser, con todo y sus diferencias.

Siendo adultos responsables, ecológicos amorosos para crear – a través del ejemplo – niños que en su vida adulta sean adultos que se sostengan a sí mismos, responsables en su hacer y conscientes de su ser.

Partiendo de lo anteriormente expuesto, te invito a reflexionar:

Si quieres educar a tu hijo, pensando que sea un ser humano respetuoso, amoroso, ecológico, democrático, entre atributos que le permitan desarrollarse en la vida en armonía consigo mismo y con los demás:

  • ¿Podrás lograrlo desde la negación y la no aceptación de  las características de su propio ser?
  • ¿Podrás lograrlo desde la obligación, subordinación y órdenes, cercenando la libre demostración de sus diferencias?
  • ¿Podrás lograrlo desde la imposición de convencionalismos sociales simplemente porque así pareces un “mejor” padre o madre, o por lo menos lo que socialmente conocemos como “padres perfectos” con “hijos perfectos”?
  • ¿Es que a través del control, sin escuchar a tu hijo, sin permitirle que se exprese libremente desde su sentir, sin indagar cuáles son sus intereses, podrás lograrlo?

Y aquí retomo nuevamente los planteamientos de Maturana, cuando afirma:

Hoy el problema de la educación no es de la inteligencia, sino de la emoción. Si no me encuentro con el otro y no lo valoro como un igual, con emociones y sentimientos propios, no podemos educar. La educación no es sobre conocimientos, es sobre encuentros. Si guío la mirada, entonces amplío el entendimiento y puedo educar.

Y es tan importante que lo miremos, porque incluso nosotros – los adultos – en el aquí y el ahora, estamos construyendo el país que dejaremos a nuestros hijos y el que nos sostendrá en nuestra etapa “pasiva”.

El futuro es nuestro presente, si queremos edificar un país democrático, en paz y con oportunidades, es eso específicamente lo que necesitamos vivir en la convivencia para que nuestro hijos lo aprendan.

Los niños aprenden más de lo que viven que de lo que se les dice.

El dilema de la adolescencia en este país, a mi juicio, tiene que ver en las incoherencias de nuestra educación, les enseñamos valores, hábitos y principios que luego los adultos violamos.  Los jóvenes, entonces, se encuentran perdidos y sin sentido.

¿Cómo comenzar entonces?

Comencemos viviendo lo que queremos educar, creando espacios de vida que les muestre en la experiencia a ser responsables, socialmente conscientes, escucharlos, indagar, propiciar y fortalecer en ellos el darse cuenta, darse cuenta de sus fortalezas y limitaciones, mostrarles sus oportunidades de mejora, no sus errores sino mas bien sus oportunidades de aprendizaje

Aceptándolos y respetando, para que aprendan a hacerlo consigo mismos y con los demás, brindarles un entorno en donde reine la tolerancia, la motivación, la honestidad, la conversación, equidad, respeto, confianza, seguridad, cordialidad, entre otros valores que queramos rescatar.

Necesitamos educar a ciudadanos que se sientan parte de, que sientan que son miembros recursivos de la comunidad, que sientan que sus acciones son valiosas e importantes, que se conecten con la construcción de un país, ese que tanto queremos.

Concluyo entonces con la invitación a revisar y preguntarnos: ¿Cómo estoy siendo, Cómo estoy viviendo? ¡Porque así estoy educando!

Con amor Angi.

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