La vergüenza es un afecto que cualquier ser humano ha experimentado. Es la sensación de ser observado, analizado, juzgado, de estar expuesto al otro. Experimentar el sentimiento y el conocimiento de ser inadecuado frente al otro, de ser “raro” o “extraño” ante su mirada; del surgimiento de la auto-recriminación y la necesidad implícita de ocultarse de la vista del otro.
La vergüenza es una emoción social y secundaria que se experimenta cuando creemos que hemos violado alguna norma, expectativa social o estándar cultural.Se origina principalmente ante el dedo o mirada juzgadora de un “avergonzador” externo, y por cosguiente, en el nacimiento de ese “avergonzador” que comienza a nacer en nuestro interior y nos acompaña hasta que podamos mirarlo de frente, sanarlo y extraer los recursos de aprendizaje necesarios para seguir adelante sin su sombra.
No existe la vergüenza sin el que avergüenza.
La vergüenza, también, tiene que ver con nuestra necesidad de pertenencia a un grupo: familiar, social, a la raza humana, y con la necesidad de individualizarnos de este grupo, confirmar que somos un ser único e irrepetible.
La vergüenza puede originarse de diversas maneras:
“La vergüenza es provocada por una herida no con respecto a la situación o experiencia , sino a una norma mental, que hemos “trasgredido”. Estos es fuente de angustia, mucho más profunda que la del castigo: la angustia de ser excluida de la comunidad a la que pertenecemos o deseamos pertenecer. La vergüenza es la angustia de la soledad total, del aniquilamiento no físico sino psíquico.
Existe una convicción que lo que sentimos, pensamos o hacemos, no coincide con un modo ideal de hacer, sentir o pensar. Mostrarlo al otro podría llevar a que él confirmaría la indignidad que sentimos.
Tiene que ver con quien creo que debería ser y no soy, por lo tanto me siento incompleto. Mostrarme así – incompleto, delante del otro, me produce vergüenza, porque pienso que el otro me rechazará de la misma manera que me estoy rechazando yo mismo”.
La vergüenza puede ser adaptativa y destructiva. Su función fundamental es hacer que cumplamos con las expectativas sociales y que seamos aceptadas por la comunidad. Se activa cuando percibimos que hemos infringido una norma social o un estándar personal y que corremos el riesgo de ser excluidas del grupo. Cumple una función importante en la regulación social, ya que nos impulsa a buscar la aprobación de la comunidad (como seres humanos, estamos programadas para depender de la comunidad para nuestra supervivencia, y la vergüenza es uno de los mecanismos de regulación social internalizados).
La vergüenza adaptativa sería aquella que nos ayuda a ajustarnos a las normas sociales y a ser parte de la comunidad, mientras que la vergüenza destructiva podría llevarnos a problemas psicológicos y conductuales.
La vergüenza adaptativa nos ayuda a corregir conductas y actitudes social o personalmente sancionadas, protege nuestra conexión con los demás y previene el aislamiento social. Nos moviliza y aunque es desagradable de sentir, no produce auto-desprecio. En cambio, la vergüenza destructiva nos hace sentir que no somos (ni seremos) suficientemente buenos; se vive como auto-desprecio, generando parálisis y una evitación de las situaciones avergonzantes. Se activa cuando tratamos de cumplir estándares que no son adecuados para nosotros, o buscamos calzar en un grupo que no calza con nosotros.
Pablo Herrera
Finalmente, la vergüenza nos advierte y nos regula.
¿Cómo sobreponernos a ella?
La terapeuta chilena María Guiomar Miranda explica que para sanar la vergüenza necesitamos exponer lo que habitualmente ocultamos en un contexto protegido y que calce con nosotros. Esto último significa que parte de nuestra tarea es buscar un grupo de pertenencia donde no nos rechacen por ser como somos. Necesitamos tener una experiencia emocional correctiva: experimentar (no sólo saber racionalmente) que nuestra “falla” es aceptable, que somos valorables incluso con la parte que queremos ocultar. Si tenemos la experiencia de ser aceptadas por un otro que conoce nuestra parte “mala”, con nuestras vulnerabilidades, bajará el temor al rechazo y se apagará la crítico interno. Esto aumentará nuestra sensación de confianza y nuestra capacidad de disfrutar el momento en vez de estar observándonos críticamente.
Te invito a mirar, en esta conferencia, otra perspectiva:
Sin lugar a dudas, la vergüenza es una emoción que tiene una profunda conexión con nuestras interacciones sociales y las expectativas que la sociedad tiene sobre nosotros. Esta emoción no surge de la nada, sino que está intrínsecamente ligada a nuestras creencias y valores personales, así como a lo que consideramos apropiado o inapropiado en nuestra cultura y comunidad. La vergüenza se manifiesta cuando percibimos que hemos transgredido alguna norma o estándar social y tememos el juicio de los demás. Es como un espejo que refleja nuestras acciones a través de los ojos de quienes nos rodean.
Es importante destacar que la vergüenza se considera una emoción secundaria, lo que significa que generalmente deriva de emociones primarias como el miedo, la ira o la tristeza. Por ejemplo, cuando cometemos un “error” o hacemos algo que consideramos socialmente inaceptable, es común experimentar emociones primarias como el miedo a la reacción de los demás o la rabia hacia nosotras mismas. Con el tiempo, estas emociones primarias pueden transformarse en vergüenza a medida que percibimos que nuestros actos son observados y evaluados por quienes nos rodean.
Para superar la vergüenza, es fundamental enfocarte en tres puntos claves:
Tomando en cuenta que: LA VERGUANZA REPRESENTA LA MIRADA DEL OTRO
Superar la vergüenza es un proceso gradual y personal. Mi intención con el Programa CIE, es que puedas aprender a vivir con más autenticidad, aceptación y autoestima, liberándote de la carga de la vergüenza y permitiéndote ser más compasiva contigo misma en tu camino hacia ti misma. Y que recuerdes que TIENES DERECHO A EXISTIR Y SER TÚ.