Postulados Una Nueva Humanidad del libro “Ven danza con la prosperidad”
Una cosa es creer que somos confiables para los demás y otra, bien diferente es que en realidad lo seamos. No es suficiente ser confiable, es necesario que los demás den Fé de ello.
Ser confiable es un ámbito muy personal, es la disposición interna a respetar en su totalidad a los demás y de ver la perfección que cada uno manifiesta como Creación Perfecta de Dios.
No hay ninguna razón para sentirnos mal ante la desconfianza ajena, los demás no tienen por qué conocer de antemano nuestras intenciones.
Para demostrar a los demás que somos confiables se requiere -sin importar si nos conocen o no- que estemos dispuestos a respetar totalmente a los seres vivientes; eso implica aceptarlos como son; respetar sus gustos personales, sus ideas, sus creencias, sus conductas, etcétera.
A todos, sin excepción.
Aceptar y respetar las personas virtuosas y amables es muy fácil no requiere ningún esfuerzo o trabajo interno de nuestra parte, no ocurre igual con quien se expresa vulgarmente, con quién atropella los demás, eso requiere de un trabajo interno mucho mayor y un verdadero reconocimiento y aplicación de nuestros valores y virtudes.
La idea es que podamos ser confiables para todas las personas, aún para el irrespetuoso, ya que es quien verdaderamente lo necesita, es la persona a la cual podemos ayudar por medio del ejemplo y de aceptarlos sin juzgar, condenar o agredir su integridad personal, independientemente de su condición.
Las personas de quienes pensamos que “menos merecen” nuestro respeto son las que más lo necesitan, así que en realidad no hay nadie que no merezca un trato cordial y respetuoso.
Si deseamos tener la certeza absoluta de que los demás pueden confiar plenamente en nosotros es necesario internarnos en el uso diario y continuo de las 7 llaves maestras de la vida porque ellas son las que nos dan la comprensión necesaria para:
Sin embargo, esto también es insuficiente para que se puede abarcar en toda su dimensión el pilar de la confianza.
Después de que hayamos reconocido nuestros valores y estemos seguro de nuestras intenciones, necesitamos pasar a verificar que piensan de nosotros los demás.
De aquí se desprende un principio bien interesante:
Cuando las personas no nos conocen, no tienen un motivo para confiar en nosotros.
Pero si estamos trabajando en nuestro crecimiento interno y desarrollo espiritual, aparece la imperiosa importancia de conducirnos en sentido contrario del resto de la gente común, no tenemos por qué desconfiar de los desconocidos, a menos que nos muestran lo contrario; no hay un motivo certero y válido para ir por el mundo temiendo ser atacados encontrando peligro en todas partes.
Quienes viven llenos de miedo no pueden desarrollar plenamente el pilar de la confianza. La ignorancia es el origen del temor y la inseguridad, quienes sienten miedo no saben que:
La confianza implica relaciones, por lo tanto el tipo de relaciones que tenemos son los indicadores inequívocos del grado de confiabilidad que tenemos desarrollado.
Miremos algunos de estos indicadores. Podemos afirmar que alguien confía ampliamente en nosotros cuando:
Estos termómetros de medición no fallan, son resultados que muestran cuán confiables somos y cuántos nos falta por recorrer.
La confianza es, pues, el pilar fundamental en el cual se cimientan las relaciones; sin confianza no hay relación. La confianza abre todas las puertas y la desconfianza las cierra.
Las virtudes necesarias para hacernos correspondientes a mundos superiores se desarrollan aquí, precisamente donde aún no existen esas condiciones en todas las personas, donde algunos apenas están empezando a descubrirlas, otros han avanzado un poco más y finalmente otros ya están plenamente conscientes y despiertos realizando sus respectivos entrenamientos que les permita pasar definitivamente al siguiente nivel.
Por eso es importante que comprendamos la importancia de compartir o convivir con las personas que todavía no han llegado al momento de abrir sus mente a una nueva información y se encuentran en el estado de ignorancia total, pues son valiosas entrenadoras que permiten a aquellos que han avanzado un poco más, entrenarse en la permanente expresión de los valores internos, sin condiciones y sin restricciones.
Debemos, entonces, entender bien la diferencia que existe entre un maestro y un entrenador, ya que estos dos términos frecuentemente tienden a confundirse.
Un MAESTRO es aquel que tras haber cometido todos los errores ha desarrollado sus valores internos y trascendido las limitaciones del ego. Ya no tiene destino, solamente misión de servicio y amor.
Un ENTRENADOR es alguien que aun no ha cometido todos los errores y precisa de incurrir en ellos para recibir su enseñanza. Su mente se encuentra en estado de ignorancia y no ha desarrollado la expresión de sus valores. Por lo tanto, tiene la posibilidad de prestar un excelente servicio (aunque no lo sabe) a quienes ya iniciaron su proceso de desarrollo espiritual.